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Cambié cuando entendí mi boca

“Muerte y vida están en poder de la lengua, y los que la aman comerán su fruto”

Proverbios 18:21




Nosotros hablamos de lo que tenemos adentro. Así que no solamente tenemos que cuidar las palabras que decimos, sino también las que oímos. No podemos oír descuidadamente sin discernir, y sin entender qué espíritu hay en aquello que nos dicen. Junto con la palabra que te han dicho, entra el espíritu de lo que te han dicho. Las palabras tienen espíritu; y como tienen espíritu, tienen intensión, o propósito. ¡Toda palabra tiene intención! ¡Toda palabra tiene espíritu! La palabra es como un cable que lleva energía.


Nuestras palabras tienen el poder de crear y el poder de destruir. El mejor ejemplo de esto lo podemos apreciar en una amistad o una relación. Cualquier palabra fuera de lugar o que pueda generar algún tipo de malentendido, quizás provoque la ruptura de ese vínculo.


Hay un proverbio árabe que dice que no hables a menos que tus palabras puedan mejorar el silencio. De ahí la importancia que tiene pensar antes de hablar. Si de verdad quieres que tus palabras importen, estas deben estar respaldadas en la razón y en datos objetivos.

El poder de la palabra depende de la fuerza y la fe con la que la alimentamos. Hay un refrán que dice “la mente es poderosa”, y es totalmente cierto. Simple: ‘Ley de atracción’. Una palabra irresponsable: puede encender discordias y fuegos difíciles de apagar. Una palabra de amor puede sanar el corazón herido.



Las palabras definen la realidad y a su vez, dan forma a la acción, nada sea tan importante como aquello de  «pensar antes de hablar» . Es a través de la comunicación como definimos nuestras relaciones de respeto o de agresividad. Con ella originamos cercanía o distancia. Tener en cuenta estos pequeños aspectos nos debe ayudar a ser más responsables. No podemos olvidar que el modo en que nos hablemos a nosotros mismos, también es sinónimo de bienestar o sufrimiento.


Porque las palabras tienen vida. Son capaces de bendecir o maldecir, de edificar o derribar, de animar o abatir, de transmitir vida o muerte, de perdonar o condenar, de empujar al éxito o al fracaso, de aceptar o rechazar.

¿Cómo hablamos a los demás? ¿Qué les transmiten nuestras palabras?

¿Qué me digo a mí mismo? ¿Hacia dónde me conduce mi dialogo interno?


El simple hecho de cambiar tus palabras cambiará tu vida . Yo lo hice y me llevó a un nuevo nivel tan alto como nunca pensé , tú también lo podrás lograr .

La Biblia nos muestra diferentes formas en que las palabras pueden herir. Salmo 64:3 dice “afilan su lengua como espada, y lanzan palabras amargas como flecha…”. Salmo 140:3 también dice, “Aguzan su lengua como serpiente; veneno de víbora hay bajo sus labios”. Evidentemente, el Señor no esconde el daño que somos capaces de hacer con nuestra lengua. Al contrario, no solamente nos informa que nuestra lengua es peligrosa sino también nos deja en Su Palabra las formas de cuidar nuestra lengua para edificar, y no destruir.


“En las muchas palabras, la transgresión es inevitable, pero el que refrena sus labios es prudente”, Proverbios 10:19.

“Pero Yo les digo que de toda palabra vana que hablen los hombres, darán cuenta de ella en el día del juicio”, Mateo 12:36.


Una vez más atrévete al cambio , verás la diferencia.



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